Construcción natural en Tailandia

Thana Uthaipattrakoon, Instituto de Bellas Artes Arsom Silp (Tailandia)

Gaia Education
8 min readJan 8, 2019
Training of Trainers in Thailand

Desde la época de las cavernas hasta la época en que los seres humanos comenzaron a desarrollar técnicas de construcción de viviendas modernas, la “construcción natural” se ha revelado como una habilidad humana básica que no requiere nada más que materiales sencillos. A lo largo de este largo período de gestación, los seres humanos estuvieron aprendiendo sobre las relaciones básicas entre la sociedad local y la geografía, el clima, la flora, la fauna, y otros aspectos. Por esto, la “construcción natural” se ha convertido en una arquitectura vernácula más sofisticada que posee sus características particulares en cada lugar, en función de las diferencias del contexto local.

El sudeste asiático es muy húmedo, con gran abundancia de recursos forestales, biomasa y biodiversidad. En la antigüedad, a pesar de que había miles de variedades de árboles y una gran cantidad de madera para construcción, la maquinaria de recolección de madera y de triturado no estaba todavía desarrollada. La mayoría de las viviendas estaban hechas de bambú y cubiertas con techos de hojas. Solo las casas de las personas más ricas con sirvientes, los edificios de la familia real y los edificios religiosos, se construían a partir de maderas y de ladrillos cocidos.

La madera de teca es uno de los productos económicos más importantes de Tailandia.

Las exportaciones a Europa se iniciaron en 1777 –cuando los comerciantes británicos llegaron a un acuerdo con los gobernadores de las provincias del Norte– y duraron hasta 1896.

Durante la época del Rey Rama V (1910–1935), el gobierno estableció su primer Departamento Forestal. El Departamento implementó una concesión forestal e invitó a un hombre británico, el Sr. H. Slade, a que fuera el primer Director General al cargo de la supervisión de esta concesión.

Aunque, como si se hubiera contratado a un zorro para descuidar el gallinero, la concesión provocó la deforestación generalizada por todo el país. La cubierta arbórea se redujo al 53% para 1961 y en 1978 sólo quedaba un 34%. Esta rápida deforestación derivó en nuevos problemas medioambientales en todo Tailandia; por ejemplo, sequía e inundaciones en muchos lugares. Debido a estos desastres ecológicos sin precedentes, en 1989 el gobierno decidió anular la concesión definitivamente. Para entonces, a Tailandia le quedaba sólo el 28% de su cubierta forestal original.

Aparte de la concesión, Tailandia también fue testigo de un fenómeno nuevo: la influencia occidental sobre las prácticas agrícolas locales que fomentaba la explotación de monocultivos para la exportación. Esto fue el resultado del primer Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social, que fue presentado por el Banco Mundial después de la Segunda Guerra Mundial. La adopción del modelo de desarrollo de estilo occidental colocó a Tailandia con solidez en el seno de la economía global, gracias al rápido desarrollo de sus infraestructuras y sus servicios públicos, tales como la construcción de carreteras, vías férreas y embalses para generación de energía. Toda esta ola de nuevas construcciones causó una mayor reducción de la cubierta forestal. Como símbolo sólido de su introducción en el modelo de desarrollo occidental moderno, estas construcciones se realizaron principalmente con hormigón inflexible, relativamente caro y no reciclable.

Los cambios más significativos se produjeron en las ciudades, mientras que la población rural todavía estaba viviendo, por necesidad, en armonía con la Naturaleza, y seguían llevando una vida más simple. Allí continuaban utilizando materiales naturales locales para la construcción local. Finalmente “la marea desarrollística” invadió también las áreas rurales. Por razones monetarias, algunos de los habitantes de los pueblos se animaron a estropear el bosque para plantar monocultivos. Algunos de los habitantes de los pueblos fueron incluso deportados conforme a la política aplicada de forma selectiva por el Departamento Forestal, en la creencia de que las gentes de los pueblos estaban destruyendo el bosque cuando en realidad eran los contrabandistas del mercado negro los que estaban detrás de muchos saqueos innecesarios. El Departamento Forestal puede deportar a personas por medio de la Ley de Reserva Forestal, por lo cual el gobierno puede anunciar que la comunidad y el bosque comunitario se convierte súbitamente en zona “protegida”, una catalogación que prohíbe que residan personas allí.

Con este rápido ritmo de deforestación, Tailandia tuvo que empezar a importar madera –un material de construcción importante en la arquitectura vernácula– de los países vecinos, por primera vez. A medida que los precios iban subiendo hasta el punto en que la gente ya no podía permitirse estas maderas importadas, empezaron a sustituir los materiales de madera por hormigón y bloques de cemento. Estos materiales se convirtieron en el estándar para la construcción en Tailandia, y han seguido siéndolo hasta nuestros días.

Tradicionalmente, el bambú era el material más común para la construcción en zonas remotas, el material vernáculo elegido por la cultura de los pueblos. La ventaja de bambú es que es bastante abundante, de peso ligero, fácil de manipular en construcción, y crece extremadamente rápido. Sin embargo, el bambú fue sujeto de controversia y relegado a un segundo plano cuando la ley tailandesa comenzó a catalogar el bambú como un material de construcción efimero, por lo que el propietario de una casa de bambú es incapaz de obtener la ciudadanía porque en un registro censal esas personas están consideradas oficialmente como transitorios. Por estas razones, las tribus de las colinas, que tienen un fuerte vínculo tradicional con las casas de bambú, se vieron obligadas a cambiar. Si no se registran en el censo, no pueden de obtener un carnet de identidad. Esto significa que técnicamente no son “tailandeses”, y por lo tanto, no tienen derecho a cobertura social ni a ayudas del gobierno.

Cuando el bambú ya no pueda ser utilizado, y el hormigón y la madera sean cada vez más caros, da la impresión de que ser dueño de una casa sólida y segura construida por uno mismo está cada vez más fuera de su alcance.

En 2002, el nacimiento del “Proyecto casa de barro” reveló una nueva visión y una nueva solución para la sociedad tailandesa. El proyecto comenzó a publicitarse y a respaldar la idea de la autoconstrucción de viviendas, utilizando materiales sencillos y locales con la participación de la comunidad. La principal estrategia del proyecto era organizar talleres en diferentes lugares de Tailandia usando procesos de aprendizaje participativos. A pesar de que la “casa de barro”podría no ser la solución adecuada para todos, seguramente puede ser una alternativa viable para ciertos colectivos en determinados contextos.

Desde el principio, el “Proyecto casa de barro” se centró en el desarrollo comunitario de base. Sin embargo, pronto fue muy interesante descubrir que la mayoría de las personas que están interesadas en las casas de barro provienen de las ciudades. Quizás, esto se deba a que las personas que viven en la ciudad se sienten alejados de la Naturaleza y añoran su caracter reconfortante. Desafortunadamente, la casa de barro no es una solución muy viable para las áreas urbanas. La combinación de un estilo de vida acelerado, la carencia de materiales locales disponibles y la ausencia de estructura de soporte legal, hacen que la construcción de casas de barro en la ciudad no sólo es ilegal, sino que también es muy cara, ya que todos los materiales deben ser comprados e importados, y, además, se deben contratar peones externos y oficiales de construcción.

En las zonas rurales, la mayoría de las personas han ido apreciando cada vez menos la simplicidad elegante de la casa de barro. Muchos aldeanos han ido cambiando su estilo de vida abandonando las antiguas formas sostenibles, y ahora lo que ansían es el material que el dinero puede comprar, y en el mercado de la construcción, lo que, por lo general, equivale a una casa de hormigón.

Wongsanit Ashram

Cuando empecé a trabajar con el “Proyecto casa de barro”, tuve la oportunidad de viajar por todo el país. Las cosas eran muy diferentes de lo que había aprendido en la escuela. Uno de los aldeanos compartieron conmigo que, hoy en día, los proveedores de la cadena de suministro de las grandes corporaciones se han infiltrado en todas partes, incluso en las áreas más remotas. Tienen a la venta todo lo que puedas desear, como las verduras y las frutas; incluso comida rápida de estilo occidental y productos alimentarios supérfluos de fábrica como golosinas y bebidas carbonatadas. Los ciudadanos rurales prefieren comprar estos bienes de consumo a pesar de que ellos pueden cultivar algunos de ellos en su propio patio trasero.

“¿Por qué no recogen simplemente cosas de su propio jardín para que no tener que pagar por todo?”, le pregunté extrañado.

“Porque quieren mostrar a sus vecinos lo ricos que son. Los que recogen cosas de sus patios traseros serán considerados pobres”, contestó mi guía.

Desde esta perspectiva, y con esta actitud (podríamos decir, ‘globalizante’), la construcción de viviendas a precios razonables se ha convertido en un símbolo de pobreza. Por otro lado, ser dueño de una casa de hormigón, con su deuda asociada, ha conferido a estas personas la reputación de ser ricos, y les ha ganado el respeto y la admiración de la comunidad.

En mi condición de constructor natural, hay veces que han acudido personas a mí porque no tienen ninguna otra opción para comprar y poseer una casa. En muchos casos, después de nuestra conversación, se entristecen cuando se enteran de que la casa de barro no es una buena opción para ellos, ya sea porque, tal vez, no tienen dinero ni tiempo; o viven en una zona de baja altitud inundable, o quizá, no tengan acceso a los materiales. Así que, a pesar de su sencillez elegante y asequibilidad, la casa de barro aún no se adapta todas las circunstancias o necesidades.

En mi opinión, el surgimiento de la casa de barro como alternativa estimula a las personas a empezar a hacer preguntas sobre nuestra sociedad y nuestro contexto más amplio, preguntas serias como: “¿Hay alguna posibilidad de que podamos tener una casa ecológica sin endeudarnos por el resto de nuestras vidas?” Pienso en las ecoaldeanos como un grupo de personas que se consideran a sí mismas como pioneros dispuestos a buscar respuestas y a probar nuevos métodos con el objeto de despejar el camino para unas relaciones afectuosas con nuestro mundo.

Extracto de la Llave Ecológica de Gaia Education Diseñar hábitats ecológicos — Creando una sensación de lugar

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